Hablemos de participación

Madrid, urbanism

Existe un mito detrás de la participación: que es progre. Entendida como la implicación directa de la ciudadanía en los asuntos públicos – véase la formulación, implementación y evaluación de políticas públicas – la participación, en un principio contra-hegemónica, es hoy un término bling bling, más famoso que Madonna, maleable hasta el punto de ser todo y nada a la vez. No obstante, pese a esta decapitación política[1], la participación implica y vehicula concepciones distintas sobre la democracia. Reconocer estas posturas políticas es esencial para entender qué, cómo y por qué acontece lo que acontece en nuestras ciudades. Más que nada, nos permite posicionarnos e imaginar qué modos de relacionarnos querríamos desarrollar en nuestro cotidiano, en los ayuntamientos, en los teatros, en las plazas. Tal vez así podremos devolverle cierta esencia a un término tan triturado y machacado. Estas líneas son un primer esbozo.

Grosso modo, existe una visión liberal o conservadora de la participación y otra más radical o progresista. En la tradición liberal, la participación es asunto de la sociedad civil, pero no de la esfera política. Por tanto, complementa el quehacer de las instituciones políticas, mas no es, de ninguna manera, una alternativa al sistema de representación política establecido. La ciudadanía puede auto-organizarse y gestionar ciertas tareas y asuntos comunes solo hasta cierto punto, siendo el límite más claro el de la propiedad privada: no podrá concretizarse ninguna iniciativa de la sociedad civil que ponga en duda este principio ya que es el que estructura la sociedad capitalista, a saber, la nuestra. En este sentido, la participación no implica que la ciudadanía posea un control de los recursos ni de cómo se utilizan. Por el contrario, la tradición radical ve en la participación un medio de transformación de la sociedad que no se limita a mejorar puntualmente las instituciones políticas, sino que busca una implicación directa de la ciudadanía en el funcionamiento cotidiano de las mismas y en la toma de decisiones. Desde este posicionamiento político, la participación sí conlleva un control de los recursos y de la producción por parte de y en beneficio de toda la comunidad. En resumen, la visión liberal ve en la participación una estrategia de gobernanza, y la visión radical algo más parecido a una práctica de autogobierno[2]. Esto tiene repercusiones en cómo se materializa la participación en la práctica.

La participación ha ganado mucho terreno en el ámbito urbano. Ha sido legitimada e incorporada, aunque en distintos niveles, al modus operandi de varios ayuntamientos. Es lo que muchos llaman participación por invitación – en la que la institución invita a los ciudadanos a ser partícipes de la acción de gobierno para disminuir la brecha entre gobernantes y gobernados – y que se opone a la participación por irrupción – en la que la propia ciudadanía se organiza fuera de la institución para reivindicar una redistribución del poder.

Sin embargo, y en ambos casos, la participación no tiene por qué ser inclusiva, ni empoderadora, ni equitativa – como el gran mito progre da por sentado. Para empezar, aquellos que más necesitan participar suelen ser aquellos que menos participan, mientras que el mero hecho de participar no erradica las asimetrías de poder. Es decir, poner alrededor de una mesa a personas con distintos recursos y necesidades, sin tener en cuenta aquello que diferencia a unos y a otros, puede suponer que los que poseen menos recursos para hacer valer su voz terminen legitimando decisiones y visiones del mundo con las que no están de acuerdo. Por último, si la participación no se traduce en una redistribución del poder y de las riquezas, no tiene mucho sentido. Por ello es importante preguntarse: ¿dónde? ¿cuándo? ¿por parte de quién y para quién? ¿con qué objetivos? ¿cómo se traduce la participación en cada etapa del proceso? ¿cuáles son los resultados?[3], ya que esto nos permite identificar el contexto, los agentes implicados y quiénes son o podrían ser los beneficiados.

En el fondo, es una cuestión de cómo nos relacionamos. Tras haber participado en talleres colaborativos y mediado otros pocos sobre participación ciudadana en Madrid, hay varias cosas que no me cuadran. Existe un esfuerzo hoy en la ciudad por sistematizar la participación en la gestión de los asuntos públicos, pero al intentar reproducir iniciativas y experiencias, se tiende a exportar formatos y metodologías a modo de recetario. Esto limita mucho el potencial de los encuentros en sí. Organizamos charlas públicas, nos dividimos en grupos, conversamos, dibujamos, hacemos DAFOs, mapeamos, ponemos en común, evaluamos. Todo esto es necesario, y está muy bien, pero…¿cómo está distribuido el espacio en estos talleres? ¿Quiénes hablan y quiénes no? ¿Nos estamos dando, de verdad, un tiempo y un espacio para la escucha, para la empatía? ¿Cómo se manifiestan el consenso y el conflicto?…En definitiva, ¿dónde quedan los cuerpos?

Para mí, las asimetrías de poder se manifiestan en el propio cuerpo, desde su presencia o ausencia en las instancias de participación hasta en el modo en el que entramos, nos sentamos y nos disponemos a interactuar unos con otros. Cuerpos y espacios; coreografías. El cruce con el campo de la danza me parece pertinente: ¿cómo se acercan, desde allí, al cuerpo, al espacio? ¿Qué entienden por participación? Cruzarnos tal vez nos ayude a replantearnos ciertos tiempos y formatos de la participación en el ámbito del urbanismo. La concejala y el vecino tienen, por así decirlo, los mismos huesos, y un espacio en apariencia vacío está siempre lleno de aire. No creo que se trate de inventar nada nuevo, pero sí de dejarnos provocar por otras maneras de estar juntos: menos hablar de y más estar con.

Madrid, enero de 2017.

*Fotografía: Harold Hejazi

[1] Pablo Alejandro Leal hace uso de esta expresión en un artículo de 2007, “Participation: The Ascendancy of a Buzzword in the Neo-Liberal Era”, para referirse al proceso de legitimización que ha tenido el término participación.

[2] Véase el curso de Nociones Comunes en Traficantes de Sueños: No nos representan. La participación: ¿estrategias de gobernanza o prácticas de autogobierno? Audios de las sesiones disponibles aquí: https://soundcloud.com/traficantesdesue-os/sets/curso-no-nos-representan-la 

[3] Estas preguntas han sido extraídas del artículo “Participation in Urban Contention and Deliberation, de Hilary Silver, Alan Scott, y Yuri Kazepov.